domingo, febrero 05, 2012

Una fotografía antes dormir



La fotografía de guerra, nos deja absortos, por más poca estética –digan algunos– que pueda tener. Pero esa obnubilación en la que es capaz de sumergirnos este tipo de imagen o documento, no es más sino el interrogante, de hasta donde puede rayar la humanidad –individuo o en plural, más no todos, por ahora– en el absurdo; donde la persona que tenemos al lado no es sino una victima o un poder sacar partido para.
Nachtwey, no lo conocía, y si lo conocía a través de sus imágenes no sabía su nombre –suelo ser malo para ello–. Es realmente desconcertante el carisma que ha de tener para poder lograr la cercanía que consigue, sin una sola palabra, para que quienes fotografía no se sientan ahuyentados por tal artefacto en manos de semejante extranjero. y es que Nachtwey, si acaso pasará como local en los estados unidos; no pareciese pertenecer a esta tierra, y arguyo esto valiéndome de los tantos escritores que escriben sobre la vida extraterrestre infiltrada para lograr que la tierra, y per se, el universo mejore. Tarea dura, en la cual James Nachtwey parece haber embarcado hace ya unos años. No me compete dilucidar si ha dado resultado la infiltración extraterrestre o no.[1]

Entremos a lo que nos concierne realmente y dejemos la fantasía a un lado ­–ardua labor–; para tal fin citaré el ultimo interrogante de una cita que Philippe Dubois hace en el segundo capitulo de su libro el acto fotográfico.

¿Con qué puede tener algo qué ver una fotografía una vez sacada?[2]

Planteándonos tal interrogante desde el contexto de guerra, de conflicto, de desigualdad, de pobreza, del hambre y tantas cosas que acosan –y no es pleonasmo aunque parezca– quizás ese sacada al que se refiere Denis Roche, es “sacada” del contexto al que pertenece, ya, que como es bien sabido, la fotografía tiene la capacidad de mostrar las cosas de una forma que no es muy amiga de la hermenéutica, cuando se muestran un par de fotos. Entonces la relevancia hacia la que quiero encaminar este corto texto, es de cómo una vida dedicada a un solo foco, puede hacer que partes divergentes –fotografía y hermenéutica[3]– converjan en punto tras muchos o más bien años de ejercicio bajo una misma luz; para estas líneas, la fotografía de guerra.

Dejando atrás toda la retórica de la academia, y volviéndome simplista –en términos coloquiales[4]– todo lo anterior se reduce a decir, que para hacer fotografía de guerra –sin que sea guerra, aquella de las balas– hay que tener coraje, hay que tener un gran temple, una gran sensibilidad, tiempo
–aunque parezca muy poco– y sobre todo hay qué saber qué sucede, por qué sucede, y cómo sucede aun cuando las fuentes que se usen para saber los tres interrogantes preferidos de un reportero estén matizados u amañados, que a larga para la generalización del presente texto son lo mismo.

Fue posible evidenciar que la fotografía de… cualquiera de la antes mencionadas, no es lo crudo, ni la sangre, sino el sentir que la imagen puede trasmitir[5],  que es ese algo que no vemos en todo cuanto es crudo. Es la sutileza con que un artista de la información, como he querido llamar a Nachtwey, trasmite todo cuanto quiere con ánimos de generar un cambio, quién a diferencia de muchas publicaciones y fotógrafos, no menosprecian a sus espectadores. O lectores.

… señor Nachtwey, ...no es mucho lo que puedo ahorrar… pero aquí le envío 20 dólares que quiero donar para la familia que vive al pie del ferrocarril… mientras pueda lo haré cada mes…
Fragmentos de la carta de un lector refiriéndose a aquel que perdió un brazo y una pierna… y sobre todo su familia.



[1] Enrique barrios, con su trilogía Ami el niño de las estrellas. Ed. Errepar.
[2] Denis roche, 1978. Citado por Dubois
[4] Que dentro de la academia debiera ser, minimalista, reduccionista, pragmático u otro.
[5] El objeto existe realmente –ese sentir– y el index contiguo al signo del que emana. Dubois, Philippe. El acto fotografico. Paidós comunicación